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Verás,
Durante siglos, las universidades eran templos del conocimiento, no madrigueras de activistas.
Fundadas, muchas de ellas, por la Iglesia Católica, tenían un propósito claro:
elevar el alma humana a través de la razón,
la fe
y
el pensamiento crítico.
De ahí salieron científicos, pensadores y líderes que construyeron Occidente.
Hoy salen graduados en victimismo, identidad de género y marxismo cultural.
¿Qué pasó? Gramsci. Frankfurt. Y la infiltración silenciosa.
El comunismo no necesitaba tanques. Solo profesores.
Antonio Gramsci, ideólogo comunista italiano, lo vio claro:
“Tomen la educación, tomen los medios, y no necesitarán disparar ni una bala”.
Fue el arquitecto de la batalla cultural.
No buscaba revoluciones en la calle, sino en el aula. En vez de fusilar iglesias, convirtió los púlpitos en departamentos de sociología.
Años después, el marxismo se reinventó con nombre nuevo:
marxismo cultural.
Ya no hablaban de proletariado vs. burguesía, sino de “opresores” vs. “oprimidos”.
Da igual si eras blanco, heterosexual, hombre o madre de familia: tú eras el problema.
Y los universitarios serían los nuevos soldados del pensamiento “progresista”.
De educar a domesticar: el secuestro de la cultura
En los años 60 y 70, las universidades occidentales fueron tomadas por una nueva élite ideológica.
Profesores comunistas con corbata, disfrazados de intelectuales, comenzaron a reescribir la historia.
¿La Iglesia? Opresora.
¿La familia? Patriarcal.
¿El capitalismo? Injusto.
¿Occidente? Un error.
Hoy, un joven puede salir de la universidad sin saber quién fue Aristóteles, pero sabiendo cuántos géneros hay, cómo detectar «microagresiones» y por qué debe odiar su civilización.
No aprenden a pensar: aprenden a obedecer.
Y mientras tanto, los medios, el cine y hasta las marcas repiten como loros el mismo evangelio progre, diseñado por las élites ideológicas que parasitan las universidades.
¿Y Goebbels? El otro maestro de la propaganda
¿Recuerdas a Joseph Goebbels? Ministro de propaganda nazi.
El tipo sabía cómo moldear masas a través de la repetición, el control del lenguaje y la manipulación emocional.
Gramsci le puso el contenido, Goebbels la forma.
Hoy, el algoritmo de TikTok, la línea editorial de Netflix y los libros de texto escolares aplican sus técnicas mejor que él.
-Si controlas el lenguaje, controlas el pensamiento.
-Si controlas el entretenimiento, controlas el deseo.
-Si controlas la educación, controlas el futuro.
Y eso es lo que está en juego: el futuro.
La batalla no es política. Es cultural.
Por eso, no importa quién gobierne si las universidades siguen adoctrinando, si los niños se educan en la culpa y el odio a sus raíces, y si la cultura popular sigue siendo el caballo de Troya de ideologías destructivas.
La batalla que tenemos delante no es izquierda contra derecha.
Es verdad contra manipulación,
libertad contra programación,
identidad contra disolución.
Y si no tomamos posición, otros educarán a nuestros hijos, diseñarán nuestro lenguaje y reescribirán nuestra historia.
Esto no va de nostalgia. Va de recuperar el sentido común.
O defendemos lo que construyó la civilización occidental: universidades, familia, mérito, libertad…
o acabaremos aplaudiendo nuestra propia decadencia, con título universitario en la mano.
Elige bando.
Un abrazako!!
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