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La mentira que te repiten en clase y que Charlie Kirk destrozó

Verás,

El marxismo no está muerto.

Punto.

 

Quien diga lo contrario, o miente, o está dormido.

Charlie Kirk lo vio claro.

No era un profesor aburrido ni un político de corbata rancia.

Era un chaval que decidió plantarse.

 

En vez de tragarse la papilla progresista que sirven en las universidades, dijo:

“Esto es veneno”.

Y desde entonces lo quisieron callar.

 

¿Por qué?

Porque Kirk entendió lo que pocos se atreven a decir: el marxismo no desapareció con la caída del Muro de Berlín.

Solo cambió de traje.

Ya no se vende con fábricas y obreros.

 

Ahora se esconde en aulas, medios y series de Netflix.

Habla de género, de raza, de ecología.

 

Cambian las etiquetas, pero la lógica es la misma: sembrar división, prometer salvación y acabar robándote la libertad.

 

Él lo llamó “marxismo cultural”.

Y es exactamente eso: un cáncer que no necesita fusiles para colonizar.

Le basta con profesores militantes, periodistas domesticados y políticos cobardes.

 

Kirk no se quedó en la queja.

Fundó Turning Point USA y empezó a levantar un ejército de jóvenes que no tragaban el cuento.

 

Les enseñó algo que suena radical hoy, pero es puro sentido común: defender la propiedad privada, la familia, la fe, la responsabilidad personal.

 

Y claro, lo lincharon.

“Conspiranoico”.

“Ultra”.

“Fascista”.

 

El mismo manual de siempre.

 

Porque cuando no puedes rebatir a alguien, lo insultas.

Pero mientras lo insultaban, él seguía creciendo.

Y su mensaje calaba: no estás loco por no querer que te laven el cerebro.

 

Charlie Kirk vio al marxismo como una termita.

No te derriba la casa en un día.

Te la roe poco a poco.

 

Y un día despiertas y no tienes nada:

ni identidad,

ni familia,

ni libertad.

 

Por eso insistía en que la batalla no era económica, era cultural.

¿Te incomoda?

Mejor.

 

Porque lo que decía Kirk obliga a dejar la comodidad.

A apagar Netflix y encender el cerebro.

 

A dejar de comportarse como ganado dócil.

A pelear las ideas con el mismo hambre con el que otros intentan destruirlas.

 

Kirk no pedía milagros.

Pedía valor.

Valor para hablar aunque te llamen loco.

Valor para decir “no” aunque te señalen.

Valor para defender tu vida sin pedir permiso.

 

El mensaje es claro: el marxismo es un parásito.

Vive de tu silencio.

Crece con tu apatía.

Muere cuando te plantas.

 

Charlie Kirk lo hizo.

Por eso lo odiaban.

 

Y por eso su voz sigue viva: porque dijo lo que la mayoría calla.

La pregunta es:

¿Vas a seguir haciendo de espectador o te vas a poner en pie?

 

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